El 31 de diciembre del 2006 revolucionó mi apacible vida. Aquel día, más bien aquella memorable noche, fui consciente de tu existencia. Te habíamos esperado tanto, te habíamos soñado tanto que no podíamos creer lo que significaban aquellas dos líneas rojas.
Todo transcurrió en contados minutos, y desde que confirmé que tú estabas dentro de mi, nada ha vuelto a ser igual. Pasé nueve largos meses esperando con ansias tu llegada, comprarte algo para ti se convirtió en una delicia; y pensar en ti era la razón que dominaba mis días.
Tuviste el don de lograr que las visitas al ginecólogo pasaran de ser una tortura –así las consideraba antes de saber de ti- a ser el momento más deseado del mes, pues era el único modo de verte, de asegurarme que estabas creciendo bien. Poco a poco aprendimos a comunicarnos, a sentirnos unidas, y ansiosas por vernos frente a frente.
Nuestro primer contacto ocurrió en una pequeña sala, cuando aún me dominaban los efectos de la anestesia que me aplicaron para que tú pudieras estar conmigo. Aún recuerdo ese primer encuentro. Estabas tan frágil, con tus puños cerrados, los ojos cansados, pero –quiero imaginar- feliz de ser parte de nuestras vidas. Lo primero que hice fue darte un beso y decirte: Gracias nena, al fin estamos juntas.
Ese momento fue mágico. Durante muchas noches había tratado de imaginar tu cara, pero todo fue tan diferente al verte ahí junto a mí. Te veías tan pequeñita, pero a la vez, tan grande, inmensa, capaz de cambiar la vida de todos los que iban a formar parte de la tuya.
Adaptarme a ti me resultó fácil, incluso no me importó mucho el dolor que sentía cada vez que tenía que alimentarte, aunque debo reconocer que más de una vez lloré y sufrí por eso. Pero ahí estabas tú para compensar cualquier dolor.
Recuerdo que desde que llegaste a este mundo, adoptamos la costumbre de fotografiarte. Era la única forma de perennizar en el tiempo cada movimiento, cada llanto, cada sonrisa, que se fueron convirtiendo en motivos fehacientes de saberte mía, de tenerte cerca.
Aún tengo intacto en mi memoria el momento en que por primera vez te miré a los ojos, pero sin darme cuenta ya has crecido, estás dejando de ser esa pequeñita frágil que aún adormecida tomé en mis brazos, y te estás convirtiendo en una nena vivaz, que me derrite con la mirada, y por quien sería capaz de todo. Pues, tenerte en mis brazos, saber que formas parte de mí, que eres mi vida; es la experiencia más sublime que hasta el momento he podido alcanzar; y eso no lo cambiaría por nada. Te has convertido en lo más importante de mi vida, en mi motor y motivo, como dice la letra de una canción que le gusta a tu papito.
Desde que estabas en mis entrañas te las has ingeniado para disponer de mi voluntad, y jamás he podido resistirme a la presión que ejerces sobre mí. Sólo con mirarme con aquellos bellos ojos eres capaz de cambiar mis días, de transformar mi vida.
Dicen por ahí que ser madre es la realización perfecta de toda mujer, y razón no les falta a quienes pregonan eso, pues tú has llegado para colmar de felicidad las cuatro paredes en las que vivimos y que poco a poco se fueron convirtiendo en un verdadero hogar; más aún cuando supimos que estabas en camino. Eres como la línea más importante que le faltaba a nuestra historia de amor…aunque estoy segura que eres mucho más que eso, pues eres la niña de mi vida.
Todo transcurrió en contados minutos, y desde que confirmé que tú estabas dentro de mi, nada ha vuelto a ser igual. Pasé nueve largos meses esperando con ansias tu llegada, comprarte algo para ti se convirtió en una delicia; y pensar en ti era la razón que dominaba mis días.
Tuviste el don de lograr que las visitas al ginecólogo pasaran de ser una tortura –así las consideraba antes de saber de ti- a ser el momento más deseado del mes, pues era el único modo de verte, de asegurarme que estabas creciendo bien. Poco a poco aprendimos a comunicarnos, a sentirnos unidas, y ansiosas por vernos frente a frente.
Nuestro primer contacto ocurrió en una pequeña sala, cuando aún me dominaban los efectos de la anestesia que me aplicaron para que tú pudieras estar conmigo. Aún recuerdo ese primer encuentro. Estabas tan frágil, con tus puños cerrados, los ojos cansados, pero –quiero imaginar- feliz de ser parte de nuestras vidas. Lo primero que hice fue darte un beso y decirte: Gracias nena, al fin estamos juntas.
Ese momento fue mágico. Durante muchas noches había tratado de imaginar tu cara, pero todo fue tan diferente al verte ahí junto a mí. Te veías tan pequeñita, pero a la vez, tan grande, inmensa, capaz de cambiar la vida de todos los que iban a formar parte de la tuya.
Adaptarme a ti me resultó fácil, incluso no me importó mucho el dolor que sentía cada vez que tenía que alimentarte, aunque debo reconocer que más de una vez lloré y sufrí por eso. Pero ahí estabas tú para compensar cualquier dolor.
Recuerdo que desde que llegaste a este mundo, adoptamos la costumbre de fotografiarte. Era la única forma de perennizar en el tiempo cada movimiento, cada llanto, cada sonrisa, que se fueron convirtiendo en motivos fehacientes de saberte mía, de tenerte cerca.
Aún tengo intacto en mi memoria el momento en que por primera vez te miré a los ojos, pero sin darme cuenta ya has crecido, estás dejando de ser esa pequeñita frágil que aún adormecida tomé en mis brazos, y te estás convirtiendo en una nena vivaz, que me derrite con la mirada, y por quien sería capaz de todo. Pues, tenerte en mis brazos, saber que formas parte de mí, que eres mi vida; es la experiencia más sublime que hasta el momento he podido alcanzar; y eso no lo cambiaría por nada. Te has convertido en lo más importante de mi vida, en mi motor y motivo, como dice la letra de una canción que le gusta a tu papito.
Desde que estabas en mis entrañas te las has ingeniado para disponer de mi voluntad, y jamás he podido resistirme a la presión que ejerces sobre mí. Sólo con mirarme con aquellos bellos ojos eres capaz de cambiar mis días, de transformar mi vida.
Dicen por ahí que ser madre es la realización perfecta de toda mujer, y razón no les falta a quienes pregonan eso, pues tú has llegado para colmar de felicidad las cuatro paredes en las que vivimos y que poco a poco se fueron convirtiendo en un verdadero hogar; más aún cuando supimos que estabas en camino. Eres como la línea más importante que le faltaba a nuestra historia de amor…aunque estoy segura que eres mucho más que eso, pues eres la niña de mi vida.
1 comentario:
MIRA PUES QUE PENSE QUE NO ERAS SENTIMENTAL, PERO TE ENTIENDO PORQUE LOS NIÑOS COMPLETAN LA FELICIDAD DE LAS PAREJAS, AUNQUE NO TENGO HIJOS Y NO SE SI DIOS ME TIENE DESTINADO TENERLOS, LO SE POR MIS 3 SOBRINOS, SU SONRISA O MIRADA TE ROBAN LA VOLUNTAD.
QUE BUENO QUE TU MAJITO ESTE MUY BIEN, LA VEO GRANDOTA Y LINDA, CUIDALA MUCHO.
UN FUERTE ABRAZO PARA LOS TRES, MANTENGASE SIEMPRE UNIDOS Y BENDICIONES AMIGA.
MILLY
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