Camila Vallejo es una joven chilena que ha despertado el interés de propios y extraños; no solo por su belleza y corta edad; sino por la tenacidad con que hace suya la defensa de una causa justa, con la que ha logrado poner en aprietos y remecer al gobierno de Sebastián Piñera, desde hace ya unos meses atrás.
El último fin de semana, la vi en una entrevista que brindó a un canal nacional, y pude percatarme de su energía, y la garra y fuerza con la que levanta la voz para hacerse escuchar por sus autoridades que ven en ella la piedra en el zapato para continuar de espaldas a la sociedad en la forma cómo aplican su plan educativo desde hace décadas. La aparente fragilidad de su cuerpo dista mucho de su fuerza interior. Camila hace perfecto honor al origen latino de su nombre: “Camila, la que presenta sacrificios”.
Sus 23 años de edad no la han amilanado para defender lo que considera justo, no solo para ella; sino; sobretodo, para las nuevas generaciones de chilenos que –al igual que cualquier ciudadano, un peruano, por ejemplo- necesita tener garantizado uno de los derechos básicos: como es el acceder a una educación gratuita y de calidad.
Escuchándola exponer sus ideas y la forma natural cómo defiende el derecho a la educación de todo chileno, pienso si en nuestro país deberíamos tener unas cuantas Camilas, que se atrevan a retarse a sí mismas para lograr tener un sistema educativo más eficiente, gratuito; y, sobretodo, justo.
No queremos jóvenes que peleen por pelear, ni que salgan a las calles a expresar su disconformidad de una forma que en lugar de reivindicar, denigre la dignidad de los demás, y vulnere los derechos de los ciudadanos. Nuestro país necesita jóvenes comprometidos, dispuestos a lograr objetivos comunes. Si nuestra educación es gratuita, pues, que no signifique un sacrificio a la calidad. Creo que todos estamos llamados a defender y garantizar una educación justa y eficiente en nuestro país; y a eso debemos apuntar.
El último fin de semana, la vi en una entrevista que brindó a un canal nacional, y pude percatarme de su energía, y la garra y fuerza con la que levanta la voz para hacerse escuchar por sus autoridades que ven en ella la piedra en el zapato para continuar de espaldas a la sociedad en la forma cómo aplican su plan educativo desde hace décadas. La aparente fragilidad de su cuerpo dista mucho de su fuerza interior. Camila hace perfecto honor al origen latino de su nombre: “Camila, la que presenta sacrificios”.
Sus 23 años de edad no la han amilanado para defender lo que considera justo, no solo para ella; sino; sobretodo, para las nuevas generaciones de chilenos que –al igual que cualquier ciudadano, un peruano, por ejemplo- necesita tener garantizado uno de los derechos básicos: como es el acceder a una educación gratuita y de calidad.
Escuchándola exponer sus ideas y la forma natural cómo defiende el derecho a la educación de todo chileno, pienso si en nuestro país deberíamos tener unas cuantas Camilas, que se atrevan a retarse a sí mismas para lograr tener un sistema educativo más eficiente, gratuito; y, sobretodo, justo.
No queremos jóvenes que peleen por pelear, ni que salgan a las calles a expresar su disconformidad de una forma que en lugar de reivindicar, denigre la dignidad de los demás, y vulnere los derechos de los ciudadanos. Nuestro país necesita jóvenes comprometidos, dispuestos a lograr objetivos comunes. Si nuestra educación es gratuita, pues, que no signifique un sacrificio a la calidad. Creo que todos estamos llamados a defender y garantizar una educación justa y eficiente en nuestro país; y a eso debemos apuntar.